Y ahí va el homo ludens,
subyugado por la madre araña que lo atrae mientras estimula voraz el oculto
aguijón de su vientre…
Él ha nacido libre. Él ha nacido amo de su vida y de su tiempo. Pero desde el primer día la araña ha tejido
su tela alrededor.
Desde que pisó esta tierra, él
amó la naturaleza y entendió que la realidad, para los de su especie, es esta y
es otras. Son miles, infinitas
realidades que se cruzan y entremezclan a partir de los juegos del lenguaje. Es esta realidad y es todas y cada una de las
formas posibles de contarla: con imágenes, con sonidos, con palabras…
Pero Ella, la encantadora, la
que no tiene rostro porque tiene miles, la del silencioso veneno llegó junto
con él y lleva varias batallas ganadas.
Su ley es poner leyes,
condiciones, reglas. Su ley es podar
raíces, cortar alas, silenciar lenguajes. Que la verdad sea nombrada y que sea
única. Su verdad, la vacía, la por ella creada. Que sea el hombre un desalmado
errante.
Él lleva en sí mismo el antídoto
al veneno de Ella. Es la multivocidad de su espíritu.
Pero para Ella la voz es una
sola: la que nace de la boca de los fracasados, de los presos de sí mismos, es
decir de Ella.
Él nació y jugó. Y al jugar creó la pluralidad, la polisemia.
Pero al erguirse él, advino Ella. Y lo
aduló, lo sedujo y sometió a su antojo. Él
cayó a sus pies, la convirtió en su diosa y se sintió aunado en su
belleza. Creyó que unidos crearían el
mundo, Su mundo, Su reino infinito.
Pero ella lo fue enmudeciendo. Fue apagando una a una las voces de su
alma. Lo convenció de que la pluralidad
era sinónimo de locura, y que la locura era mala a sus ojos.
Él se fue silenciando, dejó de
crear para simplemente producir. Ella le
enseñó que las cosas no son sino que valen.
Él le creyó y ahora esa es su ley.
Algunas veces, él se cruza con
otro ser de corazón libre y también con ansias de crear. Danzan y juegan. Inventan códigos y ríen. El juego los libera. Él casi siente que puede volar. Entonces aparece Ella. Lo rodea, lo amedrenta, amenaza. Primero lo desestabiliza y luego lo convence
adulando para hacerlo callar. Y él,
sintiendo que hace mucho por producir para el mundo avanza hacia Ella, cada vez
más sapiens, cada vez más chatito y frío, más prolijo y muerto, más envenenado
por la Sociedad.